Es el momento nueve. Nueve mil corredores esperando a las nueve de la mañana con una temperatura de nueve grados a que se dé la salida. Está a punto de empezar el maratón. Aunque en realidad todo ha comenzado mucho antes. Exactamente en el momento en que decidimos que va a ser Sevilla el destino elegido. Después de la fase logística de buscar vuelos, hotel, hacer la inscripción, etc, toca ponerse manos a la obra.
En la línea de salida te da tiempo para pensar que los frutos de tres meses y medio de entrenamiento pueden verse reflejados, o no, en esa mañana de febrero.
¿Cómo ha sido el entrenamiento?
Pues ha habido momentos de todo tipo.
Por un lado, tenemos los inconvenientes derivados de la época del año en que he entrenado. La mayoría de días he tenido que correr sin luz solar. Una linterna frontal era la única opción para poder salir. A esto hay que añadir el frío del invierno y el gélido viento que me ha acompañado en varias ocasiones. Por suerte, la lluvia no ha hecho acto de presencia con frecuencia. Sólo cuatro veces en tres meses.
Por otro lado, y lo más preocupante, las diferentes lesiones que he tenido a modo de río Guadiana, apareciendo y desapareciendo. Lo primero, fueron problemas musculares derivados de las cargas de entrenamiento, que me hicieron parar en un par de ocasiones y en el km 10 de la media maratón de Sitges. Después de diez sesiones de rehabilitación, todo quedó en una anécdota.
Lo peor, sin duda, fue una inoportuna caída que sufrí a dos semanas y media de la carrera, cuando me tropecé con una piedra que había en el río. El resultado fue una contusión en las costillas que me hizo plantear la manera de afrontar una prueba tan dura. Hasta el mismo día de la competición me estuvo molestando (por suerte cada vez menos). No podía dormir bien de lado, no podía ir a ritmos rápidos, me dolía al toser y estornudar... Tomé entonces la decisión de salir a correr a ritmos lentos y descansar bastante hasta el día. El resto sería cuestión de esperar. No sabía si me iba a doler, si tendría que abandonar o si acabaría bien. El osteópata acabó de hacerme la puesta a punto.
Pero también hay que mencionar la parte buena. Los días que vas devorando kilómetros sin esfuerzo, las buenas marcas en alguna media maratón (incluido un récord en la distancia), la sensación de una buena recuperación de forma física después de un año y medio de la operación...
Fin de semana de maratón
La llegada del avión a Sevilla estaba prevista a las 9:20, pero por un problema técnico (por suerte en un carro de los que transportaba el equipaje), llegó a las 10 de la noche.
Víctor, que ya estaba en la ciudad, nos esperaba a Goyo y a mi. Cena, paseo y a dormir.
El sábado, en contra de lo que se supone que hay que hacer cuando disputas un maratón, lo dedicamos a conocer la ciudad. En un día no puedes ver todo, pero te puedes hacer una buena idea de la ciudad.
Por la mañana, fuimos a recoger los dorsales a la feria del corredor, un poco alejada del centro.
A continuación, nos acercamos al centro para iniciar el recorrido. Empezamos en la plaza del Duque, después la famosa calle Sierpes, para acabar por la turística zona de la Catedral, la Giralda, el barrio de Santa Cruz, la Torre del Oro y finalmente el barrio de Triana para comer. A partir de aquí, Goyo y yo seguimos el recorrido, mientras que Víctor, que ya conocía Sevilla, se fue al hotel a descansar. El paseo continuó por el parque de Maria Luisa, la Plaza de España y el Sánchez Pizjuán (el campo de fútbol del Sevilla).
Sevilla es una ciudad que se puede ir recorriendo a pie, pero que además tiene una buena red de autobuses para llegar a casi todos los puntos de la ciudad. El tranvía y el metro tienen recorridos más limitados.
Ya por la noche, junto con Carlos y Rafa y sus respectivas familias (amigos de Goyo que también corrían), quedamos para cenar en un restaurante italiano para llenar los depósitos de hidratos de carbono. Hay que decir que Sevilla es un lugar magnífico para tapear y para probar suculentos platos como los de "pescaito frito", salmorejo... pero cuando vas a correr 42 km, no es lo más recomendable.
Después de cenar, al hotel y a descansar.
23 F, día de la carrera
A las 6'15 de la mañana ya estábamos en pie y antes de las 7 h desayunando. El restaurante estaba lleno de runners compartiendo mesa, anécdotas y estrategias de carrera. A continuación, nos dirigimos a la parada del bus para ir al estadio.
Después de unas fotos, cambiarnos y calentar un poco, fuimos hasta la línea de salida para afrontar la distancia que siglos atrás había realizado Filípides.
El punto de inicio estaba dividido en cajones con los diferentes tiempos acreditados, pero la verdad es que a 10 minutos de empezar, cada uno entró por donde quiso. Algo que me llamó la atención es que la liebre (atletas que marcan el ritmo) de 3 h estaba más cerca que la de 3h 15´.
Y comienza la carrera. Víctor y Rafa tiran hacia delante, mientras que Goyo, Carlos y yo nos quedamos rezagados. A los pocos metros se hace un pequeño tapón y pierdo de vista a mis dos compañeros de ritmo. Paso el primer km lento y con ligeras molestias en la costilla lesionada. En el segundo km diviso a Goyo y Carlos a una distancia de 30 metros, pero decido seguir con mi paso.
Poco a poco van pasando los km y aumento un poco el ritmo. En el km 5 ya llevo el ritmo deseado y he recuperado, e incluso mejorado, el tiempo perdido. Instantes después alcanzo a mis "compis" y seguimos los tres. Los km siguen cayendo y las molestias continúan, pero me doy cuenta que tal vez todo quede ahí, y que pueda seguir con la prueba.
Y por fin llega la media maratón. Miro el reloj y veo que si sigo así puedo alcanzar el objetivo por el que había entrenado tanto: 3 h 15'. La idea del abandono por la lesión, empieza a quedarse aparcada. Falta ver que es lo que pasa a partir de ahora. Goyo tiene que pararse un momento, Carlos tira para delante y yo pierdo algo de tiempo en el avituallamiento. Siguen pasando los km y algunos dolores hacen acto de presencia en los cuádriceps, pero no me preocupan excesivamente. En el km 25 lleno un poco los depósitos con un trozo de plátano que nos dan en el avituallamiento. Tengo a Carlos a unos 20 metros e intento darle alcance, cosa que sucede en el km 31.
Seguimos un rato juntos, alentados por la gente que se congregaba allí, incluidas las familias de los corredores y Núria, amiga sevillana de Víctor. Pero en el parque de María Luisa, cuando bajo el ritmo para tomar una especie de papilla de frutas que llevo, se me vuelve a ir. En ese momento me pregunto varias cosas. ¿Dónde están los avituallamientos sólidos que ponía en el reglamento?, ¿Dónde está la liebre de 3h 15´que no he visto en toda la carrera?¿Dónde me esperará el tío del mazo (el famoso muro)?
Pero el cansancio extremo no llega. Sigo al mismo ritmo y al final, en el km 41 paso a Carlos y encaro el camino al estadio. Justo antes de la entrada pienso que voy a conseguir mi objetivo, pero cuando ya piso la pista, me doy cuenta que faltan todavía unos 300 metros y tengo algo más de 1 minuto para hacerlos; no se si lo lograré. Acelero pero no se si será suficiente. A 200 metros de la llegada, me pasa Carlos como una exhalación animándome para que vaya con él. Aprieto los dientes en la recta de llegada y realizo un sprint que me tiene que llevar a superar mi objetivo. Y finalmente llegamos juntos a meta. Lo hemos conseguido los dos: 3 h 14´50".
La sensación de felicidad es inigualable. Las malas noticias deportivas llegan al poco tiempo. Víctor ha tenido un pinchazo en la primera parte de la carrera que le ha hecho pararse, pero su constancia y espíritu de superación le hacen remontar y acabar la carrera en un magnífico 3 h 16´. Viendo como le ha quedado la pierna, lo extraño es que haya podido acabarla. Goyo sigue con sus problemas de espalda y ha tenido que bajar el ritmo. Aún así, su capacidad de sufrimiento es tal, que le permite acabar la carrera en 3 h 23´. Rafa tiene también problemas musculares y se lo toma con calma, para llegar en 3 h 36´.
Dejo un enlace con todos los vídeos en los que salgo (el tiempo que figura es el oficial, no el real)
http://www.corriendovoy.com/atletismo/busqueda-dorsal/maraton-sevilla-2014/18106
Decir que la llegada queda lejos de la zona de guardarropía y, después de 42 km, parece que no llega nunca. Pero lo peor es que, debido al caos que se montó en la carretera cuando se acabó la competición, tuvimos que volver andando al hotel (total 3 km de nada). Por suerte, contamos con la presencia de nuestra fan incondicional Núria, que nos condujo por el camino más corto y además nos invitó a una coca-cola que nos supo a gloria bendita.
Otra maratón, y van 8, "pa la saca" y la sensación de haber hecho un buen trabajo. Hay que pensar ya en la siguiente.
Pero también hay que mencionar la parte buena. Los días que vas devorando kilómetros sin esfuerzo, las buenas marcas en alguna media maratón (incluido un récord en la distancia), la sensación de una buena recuperación de forma física después de un año y medio de la operación...
Fin de semana de maratón
La llegada del avión a Sevilla estaba prevista a las 9:20, pero por un problema técnico (por suerte en un carro de los que transportaba el equipaje), llegó a las 10 de la noche.
Víctor, que ya estaba en la ciudad, nos esperaba a Goyo y a mi. Cena, paseo y a dormir.
El sábado, en contra de lo que se supone que hay que hacer cuando disputas un maratón, lo dedicamos a conocer la ciudad. En un día no puedes ver todo, pero te puedes hacer una buena idea de la ciudad.
Por la mañana, fuimos a recoger los dorsales a la feria del corredor, un poco alejada del centro.
A continuación, nos acercamos al centro para iniciar el recorrido. Empezamos en la plaza del Duque, después la famosa calle Sierpes, para acabar por la turística zona de la Catedral, la Giralda, el barrio de Santa Cruz, la Torre del Oro y finalmente el barrio de Triana para comer. A partir de aquí, Goyo y yo seguimos el recorrido, mientras que Víctor, que ya conocía Sevilla, se fue al hotel a descansar. El paseo continuó por el parque de Maria Luisa, la Plaza de España y el Sánchez Pizjuán (el campo de fútbol del Sevilla).
Ya por la noche, junto con Carlos y Rafa y sus respectivas familias (amigos de Goyo que también corrían), quedamos para cenar en un restaurante italiano para llenar los depósitos de hidratos de carbono. Hay que decir que Sevilla es un lugar magnífico para tapear y para probar suculentos platos como los de "pescaito frito", salmorejo... pero cuando vas a correr 42 km, no es lo más recomendable.
Después de cenar, al hotel y a descansar.
23 F, día de la carrera
A las 6'15 de la mañana ya estábamos en pie y antes de las 7 h desayunando. El restaurante estaba lleno de runners compartiendo mesa, anécdotas y estrategias de carrera. A continuación, nos dirigimos a la parada del bus para ir al estadio.
Después de unas fotos, cambiarnos y calentar un poco, fuimos hasta la línea de salida para afrontar la distancia que siglos atrás había realizado Filípides.
El punto de inicio estaba dividido en cajones con los diferentes tiempos acreditados, pero la verdad es que a 10 minutos de empezar, cada uno entró por donde quiso. Algo que me llamó la atención es que la liebre (atletas que marcan el ritmo) de 3 h estaba más cerca que la de 3h 15´.
Y comienza la carrera. Víctor y Rafa tiran hacia delante, mientras que Goyo, Carlos y yo nos quedamos rezagados. A los pocos metros se hace un pequeño tapón y pierdo de vista a mis dos compañeros de ritmo. Paso el primer km lento y con ligeras molestias en la costilla lesionada. En el segundo km diviso a Goyo y Carlos a una distancia de 30 metros, pero decido seguir con mi paso.
Poco a poco van pasando los km y aumento un poco el ritmo. En el km 5 ya llevo el ritmo deseado y he recuperado, e incluso mejorado, el tiempo perdido. Instantes después alcanzo a mis "compis" y seguimos los tres. Los km siguen cayendo y las molestias continúan, pero me doy cuenta que tal vez todo quede ahí, y que pueda seguir con la prueba.
Y por fin llega la media maratón. Miro el reloj y veo que si sigo así puedo alcanzar el objetivo por el que había entrenado tanto: 3 h 15'. La idea del abandono por la lesión, empieza a quedarse aparcada. Falta ver que es lo que pasa a partir de ahora. Goyo tiene que pararse un momento, Carlos tira para delante y yo pierdo algo de tiempo en el avituallamiento. Siguen pasando los km y algunos dolores hacen acto de presencia en los cuádriceps, pero no me preocupan excesivamente. En el km 25 lleno un poco los depósitos con un trozo de plátano que nos dan en el avituallamiento. Tengo a Carlos a unos 20 metros e intento darle alcance, cosa que sucede en el km 31.
Pero el cansancio extremo no llega. Sigo al mismo ritmo y al final, en el km 41 paso a Carlos y encaro el camino al estadio. Justo antes de la entrada pienso que voy a conseguir mi objetivo, pero cuando ya piso la pista, me doy cuenta que faltan todavía unos 300 metros y tengo algo más de 1 minuto para hacerlos; no se si lo lograré. Acelero pero no se si será suficiente. A 200 metros de la llegada, me pasa Carlos como una exhalación animándome para que vaya con él. Aprieto los dientes en la recta de llegada y realizo un sprint que me tiene que llevar a superar mi objetivo. Y finalmente llegamos juntos a meta. Lo hemos conseguido los dos: 3 h 14´50".
La sensación de felicidad es inigualable. Las malas noticias deportivas llegan al poco tiempo. Víctor ha tenido un pinchazo en la primera parte de la carrera que le ha hecho pararse, pero su constancia y espíritu de superación le hacen remontar y acabar la carrera en un magnífico 3 h 16´. Viendo como le ha quedado la pierna, lo extraño es que haya podido acabarla. Goyo sigue con sus problemas de espalda y ha tenido que bajar el ritmo. Aún así, su capacidad de sufrimiento es tal, que le permite acabar la carrera en 3 h 23´. Rafa tiene también problemas musculares y se lo toma con calma, para llegar en 3 h 36´.
Dejo un enlace con todos los vídeos en los que salgo (el tiempo que figura es el oficial, no el real)
http://www.corriendovoy.com/atletismo/busqueda-dorsal/maraton-sevilla-2014/18106
Otra maratón, y van 8, "pa la saca" y la sensación de haber hecho un buen trabajo. Hay que pensar ya en la siguiente.
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