domingo, 16 de noviembre de 2014

Corriendo por tierras Vascas

Hasta en cuatro ocasiones he estado por estas bonitas tierras del norte. En tres de ellas ha sido para correr, así que, esta vez, quiero centrarme en las carreras en las que participé y explicar un poco lo que se puede hacer si te inscribes en alguna de ellas. Antes de nada, os dejo un enlace para que podáis ver el trailer de la película de éxito española, Ocho apellidos vascos, que transcurre la mayor parte del tiempo, en las Vascongadas (os la recomiendo).



Maratón de San Sebastián

Esa carrera marcó un antes y un después en mis tiempos de maratón. Fue la primera de las maratones en la que hice un entrenamiento específico, que me sirvió para pasar de 3h 45´ en Valencia, a 3h 21'50".
La llegada a San Sebastián fue por aire y la recuerdo como uno de los peores aterrizajes que he vivido. El aeropuerto está en una zona donde suelen haber fuertes vientos, y eso se tradujo en sacudidas constantes del avión. Cinco minutos más dentro del aparato, y habría pasado algo muy desagradable.
Una vez en tierra, tomamos un autobús que nos dejaba cerca del centro y, después de recoger el dorsal y comer, cogimos un taxi que, por un módico precio, nos llevo al hotel situado en el monte Igueldo. En esta zona no hay muchas distracciones, así que si buscas tranquilidad, este es tu sitio. Sí hay que mencionar que en la cima de este lugar, hay un parque de atracciones y que, en la base de la montaña, podemos encontrar la famosa escultura de Chillida "El peine del Viento".


La tarde del sábado la dedicamos a pasear por el centro, por el casco viejo de la ciudad y a probar alguno de los pinchos que ofrecían, en uno de los innumerables locales de la zona.


El paseo continuó, ya únicamente alumbrados por la luz de las farolas, por la playa de la Concha. 
Si venís a esta ciudad para hacer turismo, encontraréis muchos bares y restaurantes para comer, pero si vais a correr el maratón, como era nuestro caso, y buscas un sitio para comer pasta, lo tienes muy difícil. Apenas hay restaurantes italianos o pizzerías. Después de estar deambulando de noche por la ciudad un buen rato, llegamos a la conclusión que es importante, en estos casos, reservar con antelación. Al final tuvimos que comer en un restaurante, con una comida de dudosa calidad.
La mañana de la carrera nos encontramos un ambiente gélido (sensación térmica de unos cinco grados), viento constante y lluvia fina. Desde el primer momento, pudimos comprobar que sería una carrera épica. Víctor e Ibán (con "b" porque lo escribe en vasco) se destacaron desde el principio, mientras que yo salí con un ritmo prudente para intentar hacer 3h 30'. A los 5 km de carrera, empecé a notar que el cuerpo me pedía un poco más de velocidad así que, aceleré un poco. 
Los km iban pasando, pero la sensación de frío en el cuerpo continuaba, acentuada por el viento en contra, acariciando la piel mojada. Durante el recorrido, prácticamente llano, te cruzas con los corredores que van por delante y por detrás tuyo. De esta manera, pude apreciar que tanto Víctor como Ibán, llevaban un ritmo para bajar de 3h 15'. Los km seguían cayendo y la pesadez en las piernas aumentaba pero, por suerte, no apareció el "tío del mazo" en el km 35 para estropear la carrera así que, decidí acelerar un poco más. Cuando estaba a punto de llegar al km 41, y sin esperarlo, encontré a Ibán, que no había podido mantener el ritmo y estaba sufriendo para poder acabar (al final 3h 23'). Yo seguí a lo mío, volando el último km. La entrada al estadio de Anoeta, donde acababa la prueba, fue espectacular. Tantas y tantas horas de entrenamiento habían dado su recompensa.
Lo siguiente que recuerdo después de cruzar la meta es que empecé a temblar de frío. Me cambié, me tomé una infusión caliente y no había manera de entrar en calor. Por suerte, unos amigos de Víctor (que por cierto acabó en 3h 11') nos trajeron un caldo que me supo a gloria.


Después de comer, optamos por quedarnos en el hotel a descansar, ya que el cuerpo lo pedía, y nuestro avión salía al día siguiente, por la mañana.

Maratón de Bilbao

Por suerte, esta vez, el aeropuerto de Bilbao no hizo honor a su fama de "difícil" y  el aterrizaje fue tranquilo. En esta ocasión se unió al grupo de tres, Goyo.
El maratón de Bilbao se corre por la noche (único en Europa). Por esta razón tuvimos la sensación de entrar en un mundo un tanto desconocido y, por lo tanto, los rituales de carrera deberían ser diferentes. El sábado por la mañana fuimos a recoger el dorsal y nos dimos un paseo por algunos puntos de la ciudad. 




No es un lugar que destaque por su monumentalidad. Después de comer decidimos ir al hotel a descansar. Ya por la tarde, una merienda ligera, y nos dirigimos hacia la salida.
Por no sé que motivo, el inicio de la carrera se demoró unos minutos, cosa que nos hizo coger un poco de frío. Las sensaciones de los km iniciales fueron muy buenas. Contrariamente a lo que esperaba, yo encabezaba el grupo de cuatro, mientras que Iban, Víctor y Goyo se quedaban atrás. Cuando estábamos aproximadamente a mitad de carrera, Víctor que venía con un buen ritmo, me alcanzó y me comentó que Ibán no estaba muy fino. Fuimos un rato juntos, pero viendo que no me sentía cómodo tan rápido, aminoré el ritmo y el siguió adelante.


El maratón de Bilbao se hace bastante aburrido en algunos tramos. Es un circuito de unos 21 km al que se dan dos vueltas. Cuando entrabas al centro había gente animando, pero cuando te alejabas a la zona industrial, no había nadie. Suerte de la afición propia que llevábamos. A medida que avanzaba la noche, disminuía el número de personas que miraba la carrera y aumentaba la sensación de frío y de cansancio. 
Una cosa curiosa me pasó en este maratón. Un corredor vasco empezó a hablar conmigo y a contar "batallitas" de otras carreras en las que había participado (no se me hizo pesado). Empezamos a conversar y sin darnos cuenta, los km iban cayendo. Lo menciono, porque del km 35 a la meta, la verdad es que me ayudó bastante a mantener el ritmo, o por lo menos, a no parar. Tenía las piernas agarrotadas y una sensación de ir sin combustible importante. Gracias a él pude entrar en meta con un tiempo real de 3h 26´(el oficial siempre varía unos minutos dependiendo de donde te coloques en la salida).
Ya en la meta, pude comprobar que Goyo e Ibán no lo habían pasado bien e hicieron tiempos que no son habituales en ellos. Víctor entró casi 10 minutos antes que yo a la línea de llegada.


La vuelta al hotel se nos hizo interminable, y eso que estaba a penas a dos km. No quiero dejar de mencionar el reconstituyente caldo que nos trajeron de nuevo los amigos de Víctor de Bilbao.
Después de un buen descanso nocturno, dedicamos la mañana a visitar el museo Guggenheim. No es el tipo de arte que más me gusta, pero tenía ganas de verlo. Goyo fue más madrugador y realizó la visita del, hoy ya desaparecido, San Mamés (estadio de fútbol del Athletic de Bilbao).



Y para comer, fuimos hasta la zona céntrica conocida como "Las siete calles". Allí acabamos de reponer nuestras fuerzas, a base de pinchos y zuritos (cerveza servida en vasos pequeños).



Behobia-San Sebastián

Una de las carreras más importantes del calendario nacional, que este año cumplía sus bodas de oro. Todo el mundo hablaba maravillas de esta carrera, y pude comprobar in situ que estaban en lo cierto.
La preparación para esta prueba había empezado también meses antes. Ante la avalancha de solicitudes de dorsal, no siempre tienes garantizada la inscripción, así que optamos por reservar a través de una agencia que nos ofrecía el hotel, más el traslado a la salida (a 20 km de San Sebastián), más el dorsal asegurado.
Esta vez, la llegada a la ciudad fue en coche y el viernes por la noche, así que tuvimos el tiempo justo para hacer la entrada al hotel y acercarnos al centro para cenar unos pinchos en uno de tantos locales que hay en la zona centro.


La mañana del día siguiente tocó ir hasta la feria del corredor a buscar los dorsales y, de paso, sacarnos algunas fotos con atletas nacionales de élite que estaban por allí.


Isabel Macías y Vanessa Veiga

Julio Rey


Después de eso, un paseo hasta llegar al centro, pasando por bellos lugares como la catedral.


Para comer, descubrimos una sidrería, en una calle paralela al paseo de la Concha. El menú, que incluía barra libre de sidra, estaba delicioso.




Y para bajar todo eso, que mejor que un paseo por la playa de la Concha.



Después de otro paseo por el centro y de realizar algunas compras, nos fuimos al hotel a descansar. Cenamos también en el hotel.
El día de la carrera amaneció con unas condiciones óptimas para correr: nublado y con unos 10 grados de temperatura.


El autocar nos llevó hasta la salida y ya pudimos apreciar que esa carrera era diferente. Todo estaba cuidado al detalle: decenas de lavabos para los corredores, café gratuito, cajones de salidas según las marcas y, decenas de personas que se habían concentrado allí para animar a los corredores, entre otras cosas.


Y empezó la carrera. Víctor salió como una flecha, mientras que Goyo, aún no recuperado de una larga lesión, salió más lento. Yo empecé conservador, debido al desconocimiento de una prueba que, a priori, tenía que resultar bastante dura. Los km pasaban y, la verdad, es que los disfruté en cada momento. Supongo que el pensar que las subidas serían con más pendiente, me hizo ir guardando siempre un poco. Sin dudarlo, es la carrera donde más gente animando te encuentras, sobretodo a la entrada y salida de los pueblos.


Después del último alto, en el km 17 aproximadamente, todo fue coser y cantar. Los centenares de personas que se agolpaban en los laterales de las calles animando, te llevaban en volandas. La entrada a meta superó mis expectativas iniciales con creces, ya que pude bajar de la 1h 27', y sin esforzarme al máximo.



La zona de llegada ofrece muchos servicios al corredor. 
Después de ducharnos en el hotel, quedamos con los amigos de Bilbao (esta vez sin caldo) para comer.


Casualidades de la vida, lo hicimos en el mismo restaurante en el que habíamos comido seis años atrás. Ya por la tarde, regresamos a casa.

Como ya dije al principio, hubo una ocasión en la que también fui a Vitoria a conocer la ciudad (sin correr). Os dejo el enlace de la entrada donde hablé brevemente de esta ciudad.

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