domingo, 27 de julio de 2025

Bali: entre volcanes, templos y mil motos

Cuando empezamos a planear este viaje a Bali, la cosa no pintaba del todo clara. Entre la erupción de un par de volcanes por la zona (que ya solo el nombre “volcán activo” impone) y la tensión internacional por el conflicto entre Israel e Irán, parecía que los planetas no estaban alineados para unas vacaciones tranquilas. Pero al final, nos lanzamos… ¡y qué suerte que lo hicimos!

Después de más de 20 horas de avión entre tránsitos, vuelos y esperas, por fin llegamos a este pequeño paraíso.

Para llegar a nuestro alojamiento habíamos contratado el traslado. También llevábamos algo de dinero en efectivo "por si acaso", y la tarjeta Revolut, con comisiones más bajas. 

Bienvenidos a la isla de las sonrisas

Desde el primer día, lo que más nos impactó fue la amabilidad de la gente. Toda la gente, en todas partes, siempre con una sonrisa y dispuesta a ayudarte. Aunque no todo el mundo habla inglés fluido, nos entendemos con gestos...y con el traductor de Google. Aprenderte alguna palabra de balinés, siempre viene bien. Les hace gracia que te esfuerces en decir "buenos días" o "dar las gracias" en su idioma.

La comida deliciosa, variada y muy, muy barata. Eso sí, prepárate para sudar un poco: lo del picante se lo toman en serio (aunque siempre puedes pedirlo “no spicy”, y suelen entenderlo).

Consejos y paradas top

El viaje lo dividimos en dos bases: Ubud (6 días), el corazón cultural y verde de la isla, y Nusa Dua (otros 6 días), para relax total y actividades acuáticas.

Ubud fue nuestro centro de operaciones para explorar templos, arrozales y cascadas. Visitamos el bosque de los monos (ojo con tus gafas o gorros, ¡los monos son unos profesionales del robo! ),

 los arrozales (en nuestro caso fuimos a unos más locales y nos explicaron el proceso de recogida del arroz),

También fuimos a las cascadas de Nung Nung, que son espectaculares, aunque prepárate para sudar bajando y subiendo esos 500 escalones, más o menos.

Un lugar curioso fue Goa Lawah, la famosa cueva de los murciélagos. Impresiona verlos ahí, colgados, mientras rezan al lado.


 También pasamos por Tirta Gangga (el llamado Palacio del Agua), superinstagrameable,


 y el imponente Pura Lempuyang, con sus puertas al cielo (aquí se hacen colas de más de 3 h para hacerse una foto, pero gracias a nuestro guía, la espera se redujo a 5 minutos, ya que otro guía le cedió un número más bajo). 

No podía faltar el Templo Madre de Besakih, el más importante de Bali, 

y una parada en el Mercado de Gianyar, ideal para probar comida local de verdad. Nosotros compramos unas galletas.  Ah, y no te pierdas el bosque de bambú y el pueblo de Penglipuran, súper tradicional y bonito.

 Todo precioso, aunque los trayectos son largos y con muuuuchas motos. Consejo: ármate de paciencia y si puedes, contrata un conductor local, o excursiones donde te facilitan todo. Nosotros hicimos cuatro con Civitatis muy recomendables.

Ya en Nusa Dua, el plan cambió a modo “relax total”. La zona es más tranquila, con resorts, buenas playas y opciones para deportes acuáticos. Nos dimos masajes (¡una maravilla!), hicimos snorkel (contratamos un chófer que nos llevó a la laguna azul y 7 horas más tarde nos volvió a llevar al hotel. Es una actividad que puedes realizar por tu cuenta. En la misma playa puedes alquilar el equipo de Snorkel)

y hasta moto de agua, que conseguí regateando con un local (porque sí, en Bali se regatea casi en todos lados).


 También vimos una danza tradicional balinesa con la temática del bien contra el mal, cenamos frente al mar en Jimbarán (el pescado fresco allí es otro nivel), y visitamos lugares como el templo de Uluwatu, en lo alto de un acantilado, y con monos un poco más agresivos que los de Ubud. En este templo se hace también otro tipo de danza, pero los largos tiempos de espera nos hizo descartarla.

También nos dimos un baño en la famosa playa de Padang-Padang (llena de influencers haciéndose fotos).

Algunos tips prácticos

  • Barato: Comer por poco dinero es fácil. Optamos por hacerlo en lugares con un buen aspecto. Los alojamientos también tienen muy buena relación calidad-precio.

  • Efectivo, por favor: Aunque hay cajeros y se acepta tarjeta en muchos sitios, en algunos templos o mercadillos necesitas cash.

  • Moverse lleva tiempo: Las distancias parecen cortas en el mapa, pero el tráfico y las motos lo complican. Paciencia y buen humor.

¿Y qué nos faltó?

Nos quedó bastante por explorar, como las islas Gili, Nusa Penida, o el norte de Bali, que es más salvaje y menos turístico. Pero como todo en esta vida, mejor dejarse algo para la próxima.

Conclusión: Bali nos sorprendió, nos enamoró y nos dio mucho más de lo que esperábamos. Volvemos con la maleta llena de recuerdos y  la barriga contenta.

Por cierto, han sido también dos semanas de descanso "runner". El intenso tráfico y el estado de las aceras y carreteras, tampoco lo hacen un lugar ideal para correr. 


domingo, 29 de junio de 2025

Dublín: Ciervos, cervezas y mucha lluvia.

Nuestra escapada a Dublín fue una de esas experiencias que se te quedan grabadas por lo variada que resulta. Entre alguna que otra "pinta", ciervos paseando  y excursiones que nos sacaron del país sin darnos cuenta. La ciudad nos sorprendió más de lo que esperábamos.


Lo que no te puedes perder (aunque no entres)

Sí, fuimos a la famosa fábrica Guinness… pero solo la vimos por fuera. ¿Por qué? Pues porque la entrada es muy cara y no somos tan fans como para eso, y además Dublín tiene mucho por visitar, así que  preferimos seguir explorando. Aun así, el edificio está bien y la zona industrial tiene su punto.

Como parada obligatoria, Temple Bar, el icono de todos los bares irlandeses. Lo visitamos, sacamos la foto de rigor, pero spoiler: no tomamos nada. Estaba hasta los topes. Consejo: si te apetece la foto, mejor ir a primera hora del día (sin gente), y si buscas ambiente más tranquilo para tomarte una pinta, hay mil bares menos turísticos. De hecho, toda la zona se llama Temple Bar. Está llena de pubs para beber o incluso comer algo. Eso sí, a precios "de Dublín", es decir, caros.

Ya que estábamos, también nos pasamos por algunos de los sitios “más de postal”, que la verdad, merecen mucho la pena:

Catedral de San Patricio: impresionante por fuera. No entramos porque estaba cerrada el día que fuimos. Eso sí, hay un jardincito alrededor perfecto para descansar un rato.


Christ Church Cathedral: otra catedral, sí, pero distinta. Tiene una cripta subterránea bastante curiosa y una historia larguísima detrás.Si te va la arquitectura medieval, no te la pierdas.


Trinity College y el Libro de Kells: el campus es precioso para pasear aunque no entres a ver la biblioteca (no entramos porque estaban de reformas y apenas se podía visitar una pequeña parte). Si no, al menos date una vuelta por los jardines.

Grafton Street: ideal para ver artistas callejeros, tiendas y el ambiente dublinés más animado. Aquí siempre hay algo pasando, desde un violinista a un mimo disfrazado de vikingo.
Molly Malone: la estatua más famosa de Dublín. La reconocerás enseguida por la canción y porque todo el mundo le está tocando el pecho (es como una especie de ritual turístico que por lo visto, en la actualidad, no hace mucha gracia ).


Phoenix Park y sus habitantes inesperados: Una de las cosas más surrealistas fue ver ciervos en medio del Phoenix Park. Vas pensando que es “solo” un parque (eso sí, enorme), y de repente te topas con un grupo de ciervos resguardados de la lluvia como si estuvieran en casa, porque básicamente…lo están. Recomendación: observa, haz fotos, pero no te acerques mucho ¡que no son perros!


Excursiones que valen totalmente la pena

Una de las mejores decisiones fue hacer excursiones con Civitatis. Reservamos dos tours de día completo que nos dejaron sin palabras.

Belfast y la Calzada del Gigante

Primero, nos fuimos a Belfast (sí, ¡otro país en el mismo viaje!) y luego a la Calzada del Gigante, que parece sacada de un videojuego o una peli de fantasía. Todo lleno de columnas de piedra tan perfectamente alineadas que cuesta creer que sea natural.

En Belfast primero nos hicieron una ruta panorámica en autocar, por la zona de murales, las principales zonas de conflicto del pasado, los astilleros donde se construyó el Titánic... Ya con tiempo libre dimos una vuelta para ver los monumentos más emblemáticos de la zona. Recomiendo ver el City Hall. 


Como todavía disponíamos de algo de tiempo aprovechamos para tomar la famosa Guiness en uno de los pubs más bonitos y conocidos de la ciudad, el Crown Liquor Saloon.  Unos locales se nos acercaron y, para nuestra sorpresa, ¡nos hablaron en español! Súper amables, súper simpáticos y un buen recordatorio de que los irlandeses tienen fama de hospitalarios por algo. 


Como "lado oscuro" os dejo un enlace con una explicación breve del conflicto que hubo (y que todavía se respira) en la zona durante décadas.


Cuando llegas a la Calzada del Gigante (Giant's Causeway), lo primero que piensas es: “¿Cómo es posible que esto sea natural?”. Son más de 40.000 columnas de piedra basáltica, perfectamente formadas, que encajan entre sí como si alguien las hubiera colocado a mano. Se formaron hace millones de años por una erupción volcánica, aunque la versión más divertida es la de la leyenda: un gigante irlandés llamado Finn construyó este camino para llegar hasta Escocia y pelearse con otro gigante. Al final, parece que hubo más susto que pelea, pero el camino quedó.

Pasear por encima de esas piedras es una experiencia única. Algunas son altas como taburetes, otras como escalones, y lo mejor es que puedes caminar sobre ellas libremente. Eso sí, si ha llovido (cosa que nos sucedió), ve con cuidado, que resbalan bastante. Y si puedes, ve con buen calzado y sin prisas, porque merece la pena quedarse un rato simplemente mirando el paisaje y escuchando las olas.


Acantilados de Moher y Galway

La segunda excursión fue a los impresionantes Acantilados de Moher y a Galway, una ciudad pequeñita pero llena de vida, con una calle principal muy bonita. La puedes ver en un par de horas.


 Lo de Moher fue increíble: viento, vistas de infarto, y un camino de poca distancia de ida y vuelta, que te hace detenerte cada 10 pasos para hacer una foto. Aprovechamos para comer allí, en una especie de gradas, el pícnic que llevábamos. Suerte que ese día no nos llovió. 


El tiempo en Dublín: llueve. Punto.

Dato importante para cualquier persona que se anime a visitar Dublín: llueve más de 280 días al año. Así que, por mucho que el cielo esté despejado por la mañana, lleva siempre una chaqueta impermeable o paraguas. Lo agradecerás. Lo bueno es que las lluvias suelen ser pasajeras, y justo después suele salir el sol. Otras veces... no.

Para los que no se saltan el cardio...

Si eres de los que mete las zapatillas de correr en la maleta, Dublín es perfecto para runners. Algunos sitios ideales:

  • Phoenix Park: además de grande, el aire es súper limpio, y correr entre ciervos tiene su encanto.

  • St. Stephen’s Green: más céntrico, con un ambiente más urbano pero muy verde. Eso sí, si te gusta hacer muchos km darás más vueltas que un hamster, ya que es relativamente pequeño.

  • Lado del río Liffey: ideal si te gusta trotar con vistas y ver cómo se despierta la ciudad.

  • Grand Canal Dock: una zona más moderna, perfecta para una carrera tranquila con vistas al agua.

Conclusión: Dublín es una ciudad muy viva,  un poco de caos, y ese encanto que mezcla lo moderno con lo tradicional. Aunque no entres a todas las atracciones ni tomes todas las pintas que te gustaría, es imposible no disfrutarla. Y si encima te lanzas a explorar un poco más allá, Irlanda te regala paisajes que no se te olvidarán jamás.

domingo, 27 de abril de 2025

Media maratón de Montpellier

Pues otra vez estábamos Goyo y yo en busca de otra experiencia runner en forma de media maratón. El destino elegido, el vecino país galo.


Al estar relativamente cerca optamos por ir en coche, así también podríamos hacer alguna visita a los pueblos cercanos, y es que una media maratón te da mucho más tiempo para el turismo.
Llegamos a mediodía a causa de una retención en la autopista, así que buscamos un sitio para comer, y acto seguido a por el dorsal. Fue aquí donde nos dimos cuenta por primera vez, que en Monpellier le ponen más ganas y entusiasmo que coherencia a la hora de organizar carreras.

Llegar hasta el lugar donde repartían los dorsales fue toda una aventura. Habían organizado un maratón por equipos el sábado y la llegada era justo donde estaba la entrada al recinto donde teníamos que pasar. Todo estaba cortado con vallas y no había manera de acceder. Dimos varias vueltas e hicimos una gran cola hasta que después de unos 20-30 minutos, pudimos pasar.
No era la típica feria del corredor. Solo había algunos stands y ya está. Curioso el hecho de paralizar la ciudad dos días consecutivos en unas pruebas deportivas.
Ya por la tarde nos dedicamos a recorrer Montpellier. Pudimos ver los lugares más turísticos: la plaza de la comedia, la promenade Peyrou, la catedral de Saint Pierre, el arco de triunfo y el casco histórico.



Por la noche carga de hidratos en un restaurante italiano, en el peculiar barrio de antígona...y al hotel a descansar.




La carrera

El día amaneció lluvioso. La salida estaba a poco más de 1 km del hotel, así que llegamos enseguida. Una vez dejada la mochila nos dirigimos al inicio de la carrera, y otra vez el caos. Gente y más gente intentando llegar a la salida por pasos estrechos. Llegamos justo cuando íbamos a salir. Y desde aquí, todo una auténtica aventura hasta la meta.



Empieza la carrera. El primer km es cuesta abajo, entre adoquines y baldosas resbaladizas y sorteando los railes de las vías del tranvía y los socabones del suelo, así que el objetivo no es coger ritmo, es no matarse. Y a partir de aquí, te olvidas de los ritmos de carrera y empiezas a correr, como dice mi amigo Rafa, sobre la marcha, ya que te encuentras duros repechos, giros inesperados, bajadas locas, cambios de terreno (asfalto, tierra, caminos en mal estado, pivotes, bordillos...). De esta manera empiezo a correr en ritmos entre 4'30" y 4'45", pero tampoco me importa mucho la marca. Llevo unos meses entrenando mal, a causa de dos lesiones consecutivas y no se le pueden pedir peras al olmo si combino todo este cóctel. Me pregunto como le estará yendo a Goyo.
Otra cosa que dificulta la carrera son los avituallamientos. Son vasos de plástico duro y, si quieres beber, tienes que andar prácticamente.
Curioso es que la anuncien como una carrera urbana, cuando apenas corres por la ciudad. Pero no viví todo esto como algo negativo, ya que el hecho de poder correr, y hacerlo en otro país, es ya todo un premio. Además algunos tramos son espectaculares, como cuando pasas entre viñas.



Y los km fueron pasando, hasta que en el km 18, en un giro, no vi un bordillo y me fui al suelo. Por suerte fue una caida sin importancia y apenas me hice unos rasguños y algun golpe leve. Lo peor del recorrido el tramo final, ya que aunque es donde más público hay, es todo cuesta arriba y con un suelo que resbalaba muchísimo. Por fin los últimos metros vuelven a ser casi llanos y con el arco de triunfo como meta. Otra más para la saca!
Al final una marca discreta, 10 minutos peor que en Jerez, pero contento por el simple hecho de haberla corrido (1h 37'). Enseguida me encuentro a Goyo, que ha hecho una buena marca también, dadas las circunstancias (1h 43').
Con el frío en el cuerpo, volvimos al hotel y sin perder un minuto, seguimos con nuestro recorrido.

Sète

Sète es un destino costero del sur de Francia con más "tirada" en verano. Situado entre el mar Mediterráneo y el lago Thau, este pintoresco puerto tiene unos canales que le dan un aire muy especial,  y pasear por sus puentes y muelles es una buena actividad por sí sola, aunque la lluvia que caía no nos acompañó. Hay varios lugares para degustar sus conocidas ostras y otras delicias gastronómicas. Además, Sète alberga en otras fechas, numerosos festivales de música, arte y poesía, lo que lo convierte en un lugar ideal para quienes buscan cultura y mar en un mismo sitio. Hay un aparcamiento gratuito cerca del centro.



La anécdota del día fue que el coche dio aviso de "rueda con poca presión de aire". Goyo y yo nos pusimos empapados en la gasolinera donde queríamos  poner el aire, y encima la máquina no funcionaba. Por suerte, aunque ya empapados, logramos hinchar la rueda en la siguiente estación de servicio.

Aigues-Mortes

Aigues-Mortes es una joya medieval en el sur de Francia, situada en plena Camarga. Rodeada por imponentes murallas perfectamente conservadas, esta ciudad fortificada parece sacada de un cuento. Pasear por sus calles empedradas es como viajar en el tiempo. Se puede pasear por sus murallas, pero con el tiempo que hacía ni nos lo planteamos. Además, el ambiente tranquilo, los pequeños cafés y tiendas artesanales hacen de Aigues-Mortes un bonito lugar para desconectar y empaparse de historia, cultura y belleza natural.



Hay que dejar el coche en un parking de pago.

Saint-Guilhem-le-Désert

Dicen que es uno de los pueblos más bonitos del sur de Francia. Está escondido entre montañas en un paisaje natural espectacular. Su encanto medieval está intacto: calles empedradas, casas de piedra  y una paz que envuelve todo. El corazón del pueblo es la magnífica abadía de Gellone, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.  Visitar Saint-Guilhem-le-Désert es como abrir una ventana al pasado, en un entorno que inspira calma. Lo malo es que tanta tranquilidad había, que ni siquiera encontramos un sitio para desayunar. Un lugar parecido en España, tendría como mínimo un par de bares para comer.



 Si lo quieres visitar sólo tienes la opción de dejar el coche en un parking de pago.

Pézenas
 
Es un encantador pueblo, famoso por su rica herencia artística y su ambiente bohemio. Conocido como "la ciudad de Molière", conserva un casco antiguo lleno de callejuelas adoquinadas, edificios renacentistas y talleres de artesanos que le dan vida y color. Es un destino ideal para los amantes del arte y la historia. Cada rincón guarda una sorpresa: galerías, anticuarios y pequeñas plazas donde disfrutar de un café al sol (aunque en nuestro caso, sol muy poco). Su mezcla de patrimonio y creatividad lo convierte en un lugar  perfecto para descubrir sin prisa. Es cuestión simplemente de callejear y dejarte llevar. 



Es necesario dejar el coche en un parking de pago.

Y esto es lo que nos deparó esta salida por el sur de Francia...y ya pensando en la próxima.

domingo, 20 de abril de 2025

Disfrutando del destino (Oporto) y del camino (Peñafiel, Aveiro, Guimaraes, Braga, Vigo, Puebla de Sanabria y Torrejón).

 Pues aquí estábamos otra vez en la carretera para hacer un recorrido que nos iba a llevar por varios pueblos y ciudades, poniendo la guinda del pastel en  la melancólica, bohemia, pero sobre todo cautivadora Oporto.



Os voy a describir cronológicamente este bonito viaje de una semana en época navideña.

Peñafiel

Escogimos este pueblo por estar a medio camino de Oporto, y así hacer una parada para dormir. No tiene gran cosa a nivel turístico. Mencionar la plaza del coso, destinada desde la Edad Media a la celebración de espectáculos taurinos. El suelo es de tierra. La plaza, de forma rectangular, está rodeada de bonitos edificios de adobe y madera, con muchos balcones decorados. Desde allí se tiene una gran panorámica del otro atractivo del pueblo, el castillo de Peñafiel.



Para visitar el castillo se puede llegar en coche. Alberga también el museo del vino. Está en un gran estado de conservación. Solo se puede recorrer con una visita guiada, donde te enseñan las diferentes estancias y te cuentan un poco de historia. Recomendable también por sus excelentes vistas. Si estás interesado en una visita a bodegas, hay unas cuantas por la zona.



Aveiro

Otro de esos lugares que se le ha puesto el título de "la Venecia de..."en este caso de Portugal. Los canales van cruzando la ciudad, pero distan mucho de parecerse. Tiene un centro histórico fácil de recorrer y destacan las casa de "Art Nouveau". Cerca del bonito parque Infante Dom Pedro hay aparcamiento de sobra. Un poco alejado del centro tienes las típicas letras de "I love Aveiro" escritas de manera original en una escalera, para poder hacer una buena foto.



Fue aquí donde probamos por primera vez la Francesinha, un sándwich que está hecho con pan de molde relleno de carne de ternera, jamón, y otros embutidos, cubierto con queso derretido y bañado en una salsa espesa  con especias. Se suele servir con un huevo frito encima y acompañado de patatas fritas. 

Y aunque no lo probamos aquí, pero sí en Oporto, están los ovos moles,un postre que, salvando las diferencias, me recordó a las yemas de Santa Teresa de Ávila.

Por último cogimos el coche para ver, en las afueras de Aveiro, las casas de colores de Costa Nova. Es un bonito paseo marítimo.



Oporto

Abro aquí un paréntesis para decir que las autovías y autopistas de Portugal tienen un doble sistema de pago. Por un lado las típicas barreras de peaje que se pagan con tarjeta de crédito, y por otro un pago con reconocimiento de matrícula. Aunque puedes activarlo "in situ" nosotros lo hicimos con antelación en su página web. Cada vez que pasas por la zona de peaje te va descontando de la tarjeta que has asociado.

https://www.portugaltolls.com/

Y vamos ya por faena. Oporto es una ciudad de contrastes. Es de esas que no te deja indiferente, o te gusta mucho o no te gusta nada. En nuestro caso fue la primera opción. La llegada, con tanto tráfico, fue un poco caótica. Pero una vez el coche en el parking, ya no lo volveríamos a coger hasta que nos fuimos.

Lo primero que quiero destacar son los azulejos presentes en la mayoría de edificios religiosos. A veces formando parte de la fachada, como la de San Ildefonso, la del Carmen, las Carmelitas o la espectacular capilla de  las almas. Otras veces en el interior, como en el claustro de la catedral. Tanto de día, como de noche, todas iluminadas, son muy bonitas. También es espectacular el interior de la estación de Sao Bento.



Por otro lado tenemos otros edificios, que bien valen una visita, aunque sea vista desde fuera. Nos gustó especialmente la torre de los clérigos (no entramos), la librería de "Harry Potter", llamada realmente Lello (aquí sí hay que reservar la entrada por internet. Si compras un libro, como fue mi caso, te descuentan la entrada del precio de la compra), el edificio de la bolsa...



Otra actividad que nos pareció interesante fue hacer una visita, con cata de vinos, en las bodegas Calem (hay otras). Están situadas en Vilanova de Gaia, al otro lado del Duero. Nos llevamos un vino, por cierto muy bueno, de recuerdo.



 Para llegar aquí tienes que atravesar el puente de Luis I, una construcción de hierro espectacular con dos plataformas, que recuerda a las construcciones de Gustave Eiffel (aunque no es de él). También en esta zona puedes visitar 3 lugares curiosos: la esquina de un edificio donde hay un conejo gigante hecho con materiales viejos, la casa del pastel de Bacalao (buenísimo) y el "Fantástico mundo de las sardinas portuguesas", con latas de conservas con diseños curiosos.



 Si te pilla por la sona, una buena opción para comer es el mercado de Beira-río, con diferentes opciones gastronómicas. Optamos por probar el famoso Bacalhau. Un sabor excelente. A última hora de la tarde, para descansar un poco hicimos un crucero por el Duero. Pasamos por los cinco puentes que hay y nos explicaron un poco la historia de cada uno. Hay varias compañías que ofrecen este servicio.



Por último decir que una noche fuimos a ver un fado. No nos pareció el típico show para turistas. En un ambiente íntimo, con pocas personas y luz tenue, disfrutamos de las canciones de dos artistas que crearon un momento especial.



Sobre todo, tómatelo con calma, ya que en Oporto todo son subidas y bajadas.

Por cierto, si quieres hacerte la típica foto con "I love Oporto", entérate bien de dónde están, porque alguna vez las han reubicado.



Guimaraes

Cuando llegamos a la ciudad dejamos el coche en un parking público y gratuito, apenas a 1 km del centro. Primero visitamos el castillo por fuera, en lo alto de la ciudad. Luego fuimos callejeando y recorriendo sus bonitas plazas, sus antiguas casas y sus bonitas calles adoquinadas. En un par de horas puedes ver lo más importante.



Braga

Antes de llegar a la ciudad hicimos una parada en el santuario de Bom Jesús do monte. Es un centro de peregrinación importante. A nivel arquitectónico tampoco destaca respecto a otros lugares que hemos visto, pero el entorno es muy bonito, con fuentes, grutas, esculturas jardines... una vez visitado recomiendo hacer una parada fotográfica, cogiendo el coche hasta una explanada que hay siguiendo la carretera hacia abajo. Tienes una perspectiva de la escalinata que conduce al santuario, de postal.



Una vez llegados a Braga, al igual que en Guimaraes, lo mejor es callejear para no perderte nada. En esta ocasión dejamos el coche en un supermercado de la zona baja para no tener que pagar. Estos son algunos de los sitios que te puedes encontrar: catedral, jardines de Santa Bárbara, plaza de la república casa do Raio.. y más de 40 iglesias en toda la ciudad!!!



Aquí estuvimos más o menos otras dos horas de visita, y otra hora más comiendo otra de esas francesinhas tan contundentes.

Vigo

El objetivo de ir a esta ciudad era poder ver el espectáculo tan promocionado año tras año por su alcalde de "millones de luces led". Llegamos a la ciudad por la tarde, así que aprovechamos para descansar un rato en el hotel. Cuando ya empezaba a oscurecer es cuando salimos a recorrer la ciudad, ya que teníamos que verla iluminada. Y no defraudó. Previamente habíamos descargado un mapa para no perdernos lo más llamativo. Aparte de estar la mayoría de las calles adornadas con las típicas luces de otras ciudades, un sinfín de figuras hacían resplandecer las calles: un árbol gigante, una noria, animales, escenas navideñas...



Al llegar al paseo marítimo un gran mercado de artesanía y gastronómico ponía la "guinda del pastel". Antes de volver al hotel a celebrar el fin de año intentamos visitar el casco antiguo, pero con la cantidad de gente que había se hizo misión imposible.

Muy bonito todo.



Puebla de Sanabria

Este pueblo no estaba previsto, pero como nos pillaba cerca nos desviamos un poco. En 30 minutos estaba visto. Es verdad que con sus casas de piedra y sus calles empedradas se ha ganado el estar en la lista de los "pueblos más bonitos de España". En los últimos años también ha ganado protagonismo por su decoración y luces navideñas, pero es algo que no pudimos ver, ya que llegamos antes de la hora de comer.



Torrejón de Ardoz

Era la segunda vez que visitábamos el pueblo. La primera para ver el parque de Europa, con sus réplicas de monumentos conocidos (ya hable en otro post). Esta vez era para ver un parque temático que ponen por Navidad: "Mágicas Navidades".



 Se trata de un recinto cerrado de pago que ocupa una gran extensión, dentro de un parque. Puedes encontrar escenas de Navidad, figuras hechas con luces, puestos de artesanía, actuaciones navideñas, lugares para cenar (lo que más me defraudó por la relación calidad-precio). Recomiendo la visita de este lugar igualmente. Nosotros estuvimos algo más de 3 h entre la visita y la cena.



Y para acabar vamos a hablar de la parte "runner". Salí un par de días. Tanto en Oporto como en Vigo lo peor son las cuestas. Vayas por donde vayas estás todo el rato subiendo y bajando. 

En Oporto hice un recorrido de 10 km. Para minimizar el desnivel hice gran parte del recorrido en el paseo que recorre el Duero. Aunque todavía no había amanecido estaba todo iluminado.

En Vigo el recorrido fue de 9 km, pero con más cuestas todavía. Me perdí un poco, así que tuve que recortar algo el tramo del paseo marítimo. También encontré una buena iluminación.

Y eso fue todo en un bonito viaje más en coche por la península.